O quizá sería mejor decir tiendas «de viejo», porque el domingo pasado (2 de enero) decidimos iniciar el año buscando cosas viejas en los anticuarios de la zona de «el rastro» en Madrid. La verdad es que no encontramos exactamente lo que buscábamos pero la experiencia fue tan positiva que volvimos con la reforzada idea de que algún día conseguiremos un local donde poder exponer nuestras «baratijas del siglo pasado» que están empezando a convertir nuestro estudio de diseño en una tienda de antigüedades camuflada.
Hace unos meses nos encontramos un gramófono en plena calle. Un His Master´s Voice de réplica clavadito a éste. Aunque está en perfecto estado de conservación le falta la pieza que sujeta la aguja (o como dicen los entendidos: la «soundbox») y que, desgraciadamente, es lo que le hace sonar. Así que ni cortos ni perezosos decidimos adentrarnos en todos los anticuarios de «el rastro» para intentar encontrar una suelta.
Adentrarse en un anticuario en Madrid no es fácil. En su mayoría son habitáculos largos y oscuros más bien parecidos a un trastero, donde no te puedes mover sin tirar algo. Por supuesto, siempre existen las excepciones: showrroms amplios y modernos donde las mismas baratijas de los «trasteros» te cuestan un riñón al sumar el enorme valor añadido de estar limpias y en un sitio «cool» (los aficionados a la decoración seguro que sabéis en qué tienda, antiguo almacén de colchones y garaje, estoy pensando).
Por supuesto, hay que asegurarse de ir sabiendo lo que se busca y su precio real: en cierta tienda nos pusieron un precio arbitrario de 50 € por una cajita de agujas para gramófono que se venden en internet por 7€. ¿Alguien pensó que el regateo era una cualidad propia de los zocos árabes? Pues quien tuvo retuvo. También hay que andarse con un poco de ojo porque hay tiendas en las que se venden exclusivamente réplicas de mala calidad a un precio muy superior al de las antiguedades reales (claro, comprárselas a los chinos siempre es más caro que expoliarlas el día de la recogida de muebles en el Barrio de Salamanca). Por una cosa o por otra, especialmente para un blogger, lo más difícil en un anticuario es hacer fotos. En los que te dejan hacerlas no hay luz y en los más «modernos» no te dejan, y por mucho que lleves la cámara espía se andan con mil ojos.
Aún así encontramos un par de tiendas muy chulas que merece la pena destacar y de las que sí tenemos fotos:
Lou & Hernández. Arganzuela nº 13. Una antigua tienda de ultramarinos que mantiene su aspecto original por fuera pero que se ha convertido en un espacio diáfano por dentro. Con cierto aire de loft, pero sin tantas pretensiones como su vecina de enfrente, tiene un excepcional catálogo de lámparas, flexos y focos de todos tipo. Solo con los que se vende en esta tienda se podría ambientar un película de cine negro sin que se nos disparara el presupuesto.
El 8. Mira el Río Alta nº 8. Un anticuario especializado en sillas, butacas, butacones y sofás… de diseño en su mayor parte de mediados del siglo XX. Un paraíso para el diseñador industrial y para los amantes de Tintin puesto que el perrito que aparece en su logotipo es totalmente real y te espera sentado en una silla en la puerta de la tienda como un Milú de carne y hueso.
También merece la pena pasar por un par de tiendas especializadas en radios, teléfonos y máquinas de escribir situadas en los números 20 de la calle Arganzuela que tienen auténticas joyas en perfecto estado y a precios nada desproporcionados.
No podemos dejar pasar la oportunidad de comentar que nos llamó enormemente la atención la tendencia de varias tiendas a imprimir sus tarjetas de visita en cartulina amarilla, ¿quizá por alguna sinestesia extraña que les hace asociar este color con la antigüedades? Desde aquí animamos a todos los anticuarios a renovar su imagen corporativa y hacer de ella algo más moderno.
Este post llega a su fin y seguimos sin encontrar nuestra soundbox perdida, si alguien tiene la menor idea de donde podemos comprar una, que no dude en hacernos un comentario.
